20.3.10

En Casa

Las ventanas, aun cerradas, permiten escuchar los sonidos del silencio que en su interior encierran, de ellas emanan gritos constantes que reposan en mis oídos a través de vibraciones cristalinas que retumban en cada una de estas paredes que me rodean. El color de estas paredes se refleja como un tatuaje en mis ojos y proyectan las voces multiformes y risas extravagantes que he venido dejando marcadas con el paso del tiempo. Me levanto de la sombra de mi mismo y me dejo acariciar por manos que tocan y se peinan como si quisieran arreglar su vida o componerla de la belleza que de por sí ya me ciega. Del techo comienzan a caer cada una de las bocas que se mantenían colgadas por las risas que en su momento producían, comienzo a asfixiarme, se adhieren a mi ropa, resbalan por mi cuerpo y siento como me muerden sus palabras, me carcomen lentamente; la quietud viene a mí, al menos a mi cuerpo, en el momento en que la luz de una de las lámparas comienza a parpadear, en silencio, mi sombra intenta descifrar el mensaje, pero es un lenguaje que ninguno de los que estamos aquí logra entender. Sorbo otro trago de whisky, ahora directo de la botella, e inhalo inmediatamente una bocana de humo, intento serenarme pausadamente, trato de reconocer el espacio en el que me encuentro pero cada uno de los objetos se va desmoronando al contacto con los ojos. Un ruido llama mi atención, viene de la habitación contigua, pego el oído a la puerta, guardo la respiración y concentro todos mis sentidos en un punto exacto cerca de la cerradura, viene la angustia ante el silencio, pero antes de que la desesperación me embargue, un ligero murmullo comienza a tomar forma, al principio no puedo desfragmentarlo, inhalo y vuelvo a aguantar la respiración, lo que provoca escuchar mi propio latido del corazón con mayor intensidad y miedo a que me traicione, justo en ese momento logro dilucidar la voz de una niña que canta, lo extraño es que el origen no proviene del otro lado de la puerta, sino de la puerta misma, reflejando el eco de las voces que permearon la habitación. Me encuentro confundido, retrocedo unos pasos, sin miedo, y siento como la humedad va desplegándose a través de mis pies desnudos, y siento sumergirme en un mar de letras que me ahogan y, sobre todo, me hostigan, al tiempo que me producen una increíble fascinación por su inquebrantable forma de mostrarme el mundo con mi presencia, me restregan cada sentimiento que quería mencionar o, mejor dicho, lo que sentía y que aún así no sé bien a esta edad lo que es sentir, me dejo llevar ante esta corriente babilónica, cansado dejo la botella de whisky en la mesa donde suelo escribir , apago el cigarro y me levanto a cambiar de acetato… creo que por fin estoy en casa y eso me permite ser más yo mismo.
Olvido 93

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