15.6.10

La historia de A

A es una chica fascinante, la llamaremos A porque no le gusta cómo suena D. Quizá tampoco fascinante sea un adjetivo que pueda describirla fidedignamente, sobre todo porque es más ella.

Tampoco podría describirla física ni emocionalmente, es un entramado de sensaciones hoy día, que a ciencia cierta, ni ella ni nosotros, sabemos las razones.

Un día, después de poner un pie al bajar de la cama, le llego la idea de que inevitablemente tenía que crecer y para ello sólo le quedaban dos días, mientras pensaba esto al mismo tiempo observaba con gran detenimiento como se extendían sólo dos dedos de la palma de su mano derecha; justo en ese momento sintió un escalofrío que le recorría desde la punta del pie hasta llegar al corazón provocándole una reacción inmediata de vértigo que la catapultaba a encubrirse, no con el mismo placer de la noche, de nuevo entre las sábanas. Tampoco sabemos si fue el frío del piso o los dos días que restaban.

Horas antes o después, días próximos o usados, sintió un desajuste corporal, al cual le atribuía estados de ánimo inconstantes, volubilidad y sensibilidad no habitual, por supuesto, en letras de aire lo denomino un estado hormonal femenino, el cual venía a congestionar una vez más los pensamientos que hoy la embargan, tratando de justificar una vez más los días marcados con una x en el calendario frente a ella. Eso aún permanece desconocido para ella y cada uno de nosotros y A se limita a mover la cabeza de derecha a izquierda mientras baja la mirada.

Justo en ese momento a sus oídos sólo llega el ruido sordo del televisor, la grata compañía en las noches de insomnio laboral universitario, madrugadas de desvelo planeando, haciendo, creando y moldeando el mundo a diestra y siniestra. Esa costumbre nocturna que tanto placer le ofrecía. Un sonido llama su atención, pensándolo bien es más que un sonido, es una melodía. Inmediatamente, como un acto reflejo, levanta la vista al televisor y su primer reconocimiento es el canal en el que se encuentra, no está del todo segura del programa que se transmite a esa hora; lo único de lo que tiene certeza es que está en sintonía con el canal 11. Detalles que se olvidan o que no son relevantes la limitan o concentran en el video que en ese momento se está transmitiendo, no sabe por qué razón se siente empapada de múltiples emociones, tampoco sabe que es lo que las está detonando, ni siquiera cuáles, cómo ni dónde están varadas. Simplemente intenta centrar todo aquello en ese trío inglés que se proyecta en la pantalla y que lleva por nombre The Tiger Lillies, sin más se deja llevar por esa encaramada de sonidos que esa noche permanecerá en vela mientras suena en su cabeza la canción que se le permitió escuchar.

Los días posteriores dedico gran parte de su tiempo a encontrar en uno y otro lado las canciones, discos, reseñas que le dieran un norte a sus sensaciones. Descubrió que sus emociones eran poco conocidas o ajenas a su país de origen; lo que permitió crearse, más que una actitud de resignación, un entusiasmo con las migajas que iba recolectando del grupo. Simplemente era encontrar una a una cada pieza del rompecabezas de ella misma proyectada en cada una de las canciones que formaban parte de su conglomerado musical, hasta que un día, sin percatarse del todo, había terminado la escuela.

A creció, se incorporó al plano laboral y, sobre todo, al sentimental. Se enfrentó al desamor y, por ende, a la cómoda sensación de fuga cuando éste no resulta del todo agradable. Pensó en su suerte, en el desanimo y las desventuras que la embargaban día a día. Su estado anímico no se encontraba en plenitud, por demás está decirlo cuando la encontramos reflexionando sobre viajar a otra ciudad en busca de refugio y alejarse del festival, alegoría de su ciudad.

Casualmente entre letras, como ahora la encontramos y creemos conocerla, A sintió de nuevo ese giro de antaño, que alguna vez provocó y no supo descifrar. Sólo que en esta ocasión la pantalla era sólo un trozo de papel y tinta que le ofrecía el entendimiento o, al menos, una pista más, para descifrarse a ella misma. El anuncio prometía la presentación de The Tiger Lillies.

No sabemos si fue literal, pero las ráfagas de viento golpeaban su rostro y secaban sus lágrimas mientras corría hacia la adquisición del boleto que le diera la entrada a un contacto directo con el generador de esas sensaciones, para ese entonces universitarias, las cuales mal descritas han crecido a la par con ella, y quizá tanto como esa extensión de dedos que algún momento describimos. Su ansia fue tal, que una vez que arribo al escenario y encontrase sola, esta se convirtió en incredulidad, sobre todo al leer el asiento designado en su boleto. 2ª fila, uno no puede estar más cerca de uno mismo porque no sabríamos que hacer con nosotros.

Durante el concierto sólo logro adquirir uno de sus discos y cierta información que le permitiría encontrarse directamente con ellos. Al final, decidió esperar, esperar, esperar hasta que sin más la internaron por una pequeña puerta, maquiavélica, macabra, tétrica y triste, imagen proyectiva ideal del grupo en cuestión, que la conduciría al contacto directo de su estado en potencia. El contacto fue por demás fascinante, surrealista e indescriptible, algo que aún no podemos describir, ni ella, ni nosotros.

Hoy A, a dos días de esa corrección emocional no deja de observar su programa, escuchar su disco y visualizar la playera en la que ha dejado colgadas miles de sensaciones que de vez en vez sacude y hace retumbar en su propia habitación, sobre todo ahora que está creciendo.

Por eso, he decido escribir sobre A, sin permiso. Una historia que me era vedada, un grupo que me era desconocido y, lo más importante, porque si la miras bien, no es una chica fascinante, sólo es más ella.

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Olvido

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perdón por tardar en encontrarla... si bien la mención me había hecho sonreír... hoy... días después de haber crecido, sigo recibiendo regalos como éste que me hacen volar y (literal) reír!!!...

No tengo más que decirte GRACIAS!!!!!...

A.