16.3.11

La Niña Burbuja

Pompas de jabón estrellándose en mí repentinamente, pareciera que me tocaban el rostro con sus diminutos dedos para atraer mi atención, la cual, la mayoría de las veces anda unos pasos delante de mí. Diminutas explosiones sensoriales que me perseguían a través de mi inmovilidad. Distracciones purpuras, bicoloras y lúdicas dejaron traslucir la imagen de aquellos labios que soplaban ligeramente provocando mi curiosidad y que repentinamente me proyectaron a esa niña.
Siempre me fascinó la facilidad que demostraba para reconfigurar cada charla, la forma en que las ideas y, mejor aún, las preguntas, salían disparadas de su boca. La trasformación que su lenguaje corporal producía al contexto; sus infinitas ganas de querer saber un poco más de lo necesario para fortalecer esa fragilidad, imaginaria para aquellos que creíamos conocerla, con la que se desplazaba, con la que se vestía y mejor aún con la que me dejaba despojarla.
Recuerdo las historias que me contaba entre charlas que no nos pertenecían, pero que intentábamos contarnos sin cuestionar lo esencial, sólo utilizándolo como hilo bifurcado de las múltiples opciones que podrían presentársenos en momentos indistintos, por eso no lo cuestionábamos, porque eso venía ya con nosotros. Porque sabíamos a ciencia cierta que esas pequeñas diferencias de perspectiva nos darían a cada uno, desde su propio sentido de observación, parte del conglomerado que iríamos armando entre los diversos temas que esa y tantas noches más tocaran nuestras lenguas.
La primera vez que entablamos una conversación fue en uno de aquellos paseos urbanos que solíamos realizar cada uno por su cuenta. Curiosamente, tomar la elección del recorrido que no venía marcado en el mapa, hoy día lo creo, produjo ese encuentro fortuito entre su simplicidad y mi rareza. Encuentro curioso, ella solía entablar amistades y conversaciones con suma facilidad, era como ir coleccionando colores de un caleidoscopio. Yo con un mutismo a flor de piel que parecía atraer a cuanta persona se cruzara, como si se reflejara en mí una gran necesidad de escuchar. Yo era una especie de néctar para aquellos insectos que deambulan y habían perdido la orientación del retorno a casa. Ella era la que pintaba sus cielos con palabras en forma de corazón.
Al principio, no pude reconocer las palabras de las que hizo mención, ni siquiera el tono o la forma de pronunciarlas, ni siquiera pensaba en la manera en que había llegado hasta ahí; sin embargo, esa sensación que le da sentido a las palabras, el molde en que pueden salir disparadas, la ráfaga de sentidos que se proyectaron me llevaron a aquella primera vez que iba manejando a gran velocidad y esas burbujas de jabón se estrellaron en mi rostro. Si mal no recuerdo, era uno de esos vehículos que funcionaban con recuerdos y para ese entonces era lo que me sobraba, ocasionalmente cuando algo llamaba mi atención éste se detenía y ante mi olvido podía provocar una larga fila de autos que me recordaba en demasía a “la autopista del sur” de Cortázar y, por ende, a todas esas vivencias de animalitos que solíamos mantener en nuestro pequeño corral móvil, por lo que enseguida, y como si fuera empujado por policías a media noche en plena avenida, el vehículo comenzaba a moverse, lentamente, como si paladeara cada visión que venía a mi mente. Ya a cierta velocidad, las burbujas, la boca, el aire, sus minúsculas extremidades tocando mi rostro comenzaban a destellar; sólo que ahora con otra intensidad y otra memoria. En ese instante comprendí que aquellas burbujas multicolores eran  más que eso. Vocablos que trataban de salvarme, que intentaban impedir ese último salto a la copa del árbol, evitar el posible desgarre o desfase de miembros, limitar las opciones a seguir andando.
Ocasionalmente, y ante las ráfagas manuscritas que se estrellaban en nuestros cuerpos, intentaba traducir todas esas sensaciones que nos embargaban en nuestro mutismo, el cual sólo se veía corrompido por el estruendo de su risa rebotando en cada superficie del escenario en cuestión. Cada una de esas risas se estrellaba y hurgaba en las grietas de nuestros recuerdos y justo cuando alguna reunía la fuerza necesaria para introducirse terminaba bailando sobre sus 10 cm de altura ficticia que le permitía respirar otro tipo de aromas; ligero impulso corpóreo catalizador de colores. Entonces pintaba con los dedos y partes del cuerpo mientras corría sin ir a ninguna parte. Tejía colores y eso era lo que ella creía que sabía mejor hacer.
Un día de otros tantos, sin más, comenzó su andar. Un vaivén sin sentido pero lleno de color, intentando desenredar las circunstancias que le trajeron a este momento, creyendo en las causalidades y en las posibles huídas que se dice y cree que la caracterizan, sin pensar que sólo es la búsqueda o el encuentro con la pregunta adecuada, no la correcta, no la valida, no escupida por la boca idónea, simplemente la adecuada, como esa hormiga que sin importar la forma del terreno que debe de recorrer de ida y vuelta a casa, va y viene. Simple como esa hormiga, simple como ella misma. En ese transcurrir fuimos sumergiéndonos en encuentros fortuitos y casuales por los que nos dejábamos envolver en su delgada capa que metamorfeaba cada uno de los contextos. Podíamos catapultar ideas que iban surgiendo entre alcoholes y letras permeadas de fuego que salían de nuestras bocas provocándonos resonancias magnéticas y contradicciones orgánicas. Realmente era fascinante esa niña, su traslucidez, el caleidoscopio que siempre llevaba bajo el brazo, sus lágrimas que reían y aún más, sus infinitas ganas de mutar. Hoy día más que otros tantos.
No existieron más encuentros, tampoco charlas interminables acompañadas de whisky y cigarros, las carreteras no se vieron agredidas por nuestro andar, no hubo un despertar melancólico y menos aún zigzagueos por el centro de las ciudades. Solo fue una única historia contenida en una burbuja, con esa fragilidad brutal que la caracterizaba y que guardaría para ella misma justo para aquella ocasión en la que girará la esquina.
Olvido
93

365 días

Han pasado 31 556 926 segundos, miles de sensaciones, ojos taciturnos con miradas ansiosas, movimientos corpóreos, sonidos diversos, halitos de emoción, neostalgías y retazos de vidas, a veces el simple animo del anonimato o del mutismo, en ocasiones alguna idea transfigurada en placer y en menor escala partes de uno mismo.
En ocasiones me creo parte de aquellos que mantienen o dan seguimiento a la próxima letra, sin embargo, son sus ojos los que van construyendo parte de mis dedos.
Ante ello, sólo me resta agradecer por dejarme plasmar lo que van imaginando.
Y a ti… el siguiente post.
Olvido
93

14.3.11

The Strokes: Angles

Una de mis bandas favoritas no sólo por su música, sino por las imágenes tatuadas y proyectivas que se encuentran en mi mente y que por citar algunas podría mencionar Tijuana, brazos, piel, lap top, risas, juegos, silencios, entre tantas más.
Ahora con su 4° álbum titulado Angles y una portada que me remite al último disco de MGMT y que nada resulta de mi agrado por fin a comenzado a tocarse en mi tornamesa días antes de su lanzamiento.
Ahora The Strokes suena a cuando empezó, guitarras estridentes acompañadas de la voz característica de Julian Casablancas y pequeñas detonaciones experimentales de cada integrante después de haber realizado camino de forma independiente y demostrar un crecimiento musical.
Después de varios años y escuchar infinidad de rumores y buenos discos como Phrazes For The Young de Julian Casablancas o Como te llama de Albert Hammond Jr o el fabuloso (al menos para un servidor ya que no tuvo gran eco) The Time of The Assassins de Nickel Eye o Little Joy en donde participa Fabrizio Moretti… por fin aparece en escena Angles, haciendo alusión a la perspectiva de cada integrante.
Canciones que remiten a Is This It o Room on Fire, emociones en espiral que no completan la circunferencia pero quedan en concordancia con determinados ejes; movimientos que explotan e implotan en la mente reinventándose con cada track. Catapultas de sonidos que van llenando la espera, todo y más con lo que me he encontrado.

Alex Turner: Submarine

Ser líder de Artic Monkeys y The Last Shadow Puppets a veces no es suficiente, por ello, Alex Turner decide embarcarse en un nuevo proyecto como solista y crear el soundtrack para la película “Submarine”.
Submarine incluye 6 tracks que se disfrutan cual colores en fuga. Podría esperarse, sobre todo en el momento de colocar la aguja en el acetato, tonos símiles a sus otras bandas, sin embargo, dista mucho de ello ya que es un indie-pop-dream más ligero y con un ritmo más tranquilo el cual nos permite explorar sensaciones pintadas de azul. Notas que escurren por los muros conforme avanzan las canciones creando una atmosfera que proyecta imágenes de personajes que aún no existen.
Por ahora, solo basta tomar cada uno de los temas como “Hiding tonight”, “Glass in The park”, “Its Hard to Get Around The Wind” o Stuck on The Puzzle” y comenzar a pintar con ellos los restos que nos quedan.

8.3.11

Likke Lii: Wounded Rhymes

Después de un fabuloso Youth Novels sigo digiriendo desde hace rato el nuevo segundo grandioso disco de Likke Lii (también a ella por supuesto), el cual lleva por nombre Wounded Rhymes.
En esta ocasión encuentro más dureza en su música, difícil de clasificar para un servidor. Sonidos más fuertes, una voz que ha crecido y demuestra cierto enojo en algunos temas que buscan distanciarse de un pop-indie clásico. Más percusión, incluso podríamos llamarlo tribal como en el caso de “Jerome” o “I Follow Rivers”, aunque aún tengo mis dudas.
Me encanta que aún ante esa coraza exterior que desea proyectar juega con esa inocencia que la ha caracterizado y con la que cuenta a sus 21 años, sobre todo en canciones como “Love Out of Lust”, “Unrequited Love” o “I Know places”.
Incluso ese juego que lleva a cabo de esa electroacústica que nos muestra en “Get Some” y “”Rich Kids Blues”, proyectándome una clara película en blanco y negro, esto quizá se deba a la influencia que ejerció Bjorn Yttling (Peter, Bjorn & John).

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7.3.11

Mirrors: Lights And Offerings

Después de algunos sencillos sueltos que escuché de esta banda londinense que lleva por nombre Mirrors, me alegra que ya estén dando vueltas en el tornamesa. No se puede hablar de que han marcado un diferencial o que ofrezcan algo nuevo y quizá ahí radique mi gusto por la banda.
Mirrors, en su primer disco titulado Lights And Offerings hacen un synth rock muy claro, directo del que tanto me gusta. Por supuesto traen consigo toda la influencia del rock de los 60s hasta nuestros días, sin embargo, suelen incorporarle esos sonidos eléctricos que permiten saborearlo de una forma diferente.
Canciones como “Into the Heart”, “Look at Me”, “Something in your Mind”, “ Ways To An End”, o mi preferida “Hide And Seek” entre otras tantas que proyectan una banda característica de Brighton.
Por cierto, me agrada el estilo característico londinense en el que se presentan y cuidan de detalles para explotar su contexto.

Noah & The Whale: Last Night On Heart

Más que agradable este tercer disco de Noah & The Whale que lleva por título Last Nigth On Eart. Una banda que me agrado desde su primer disco. Ritmos diferentes entre canción y canción, potente y sutil con sus 33 minutos de emociones que permiten paladearlo en momentos de whisky o bailes corpóreos.
El ritmo de fondo que va más allá de su pop-folk al que nos tenían acostumbrados me gusta, esa tendencia a experimentar con sonidos y ritmos del rock o dream-pop, con algunos coros y una batería que se vuelve más protagónica demuestran el crecimiento de esta banda.
Movimientos corpóreos a mayor velocidad en “Tonight´s the Kind of Night” o en L.I.F.E.G.O.E.S.O.N y de repente estalla “Wild Thing” que me recuerda en demasía a The National en tono y manera pero con una ligera fusión con los últimos  King of Leon. Realmente nada mal, sorpresa tras sorpresa entre notas musicales como con “Give it All Back” que me hace recordar sonidos orgánicos de Very Best o Vampire Weekend.

Podría seguir con cada una de las 10 canciones que componen a este Last Night On Eart como “Just Me Before We Met” o “Waiting For My Chance To Come” en donde la voz cobra relevancia en el desgarre musical, rompiendo justo donde debe de estallar, otorgando la dosis exacta y mínima para continuar el día, ligeramente parecido a esa melancolía que genera Friska Vijor, pero creo que no hay mejor forma de terminar que generando curiosidad.