14.6.10

Recuerdos vinílicos

El último silbido de la canción lo despertó justo antes de que la aguja comenzara a producir ese ruido característico que los tornamesas cargan consigo. Se paso la mano por la frente para secar la gota de sudor que creía resbalaba ante la pérdida de un cuento que aún no había escuchado, a pesar de no estar seguro de ello, quizá no había despertado del todo y seguía siendo un sueño, uno de esos tantos sueños que lo acompañan en la duermevela y que nunca ha podido hilar del todo.

Su ansia por despertar o sentirse despertado lo carcomía, sobre todo porque no quería sentir ese dolor de aguja en el acetato; simplemente él sabía que el ruido, como muchos tantos, no le importaba, el verdadero interés y la fuerza que acompañaba esa motricidad casi elástica e instantánea era el valor que le otorgaba a cada uno de sus discos. Todas las noches disfrutaba colocar un par en ese aparato anticuado, como solían nombrarlo cada una de las personas que esporádicamente asistían, y él, al mismo tiempo, disfrutaba la sensación que esa frase producía, sobre todo porque la hacía suya, la incorporaba a su limitado vocabulario que sólo consistía en títulos de canciones, de álbums, fechas de lanzamiento y, ocasionalmente, si la inspiración se lo permitía, de adjetivos que le inspiraban una vuelta de vinil simplemente por el hecho de no saber cómo describirlo.

Estiro la mano para remover esa punta que lastimaría las emociones que había transportado y mimetizado en la eterna circunferencia rítmica; la dejo a un lado con gran cuidado al tiempo que observaba el último trago de whisky que aún quedaba, de la penúltima canción, sobre la mesa negra en la que solía escribir. Inmediatamente y con gran cautela, como si de ello dependiera su vida, levanto el acetato, lo observó cuidadosamente, cada una de sus líneas concéntricas, sopló y resopló como si quiera desvanecer esa capa obscura que guardaba una de las tantas historias en las que se sumergía de vez en vez y, mientras buscaba la correspondiente guarida de las mismas entre las reminiscencias de sus recuerdos, con la mano que le quedaba libre, alcanzó ese vaso que se le ofrecía aprovechando las historias confusas que bailaban en su mente. Lo bebió de un sorbo, guardo el disco de colección que sólo escuchaba en momentos en los que se sentía realmente solo, sin más, sin piel, sin corbata, sin tiempo, él y sus historias de plástico, sólo él y esa sensación que exhalaba al dejar vacio el vaso, su mano y el tornamesa, él y su neostalgía cuando dejo de ser un sueño, cuando se despertó justo antes de que la aguja comenzará a producir ese ruido característico.

93

Olvido

The Divine Comedy: Bang Goes The Knighthood



En esta ocasión daremos una vuelta por una de esas exposiciones que por ser conceptuales muchas de las veces se encuentra vacía, así podría describir el nuevo y decimo disco de The Divine Comedy, el cual no ha corrido con gran suerte ante la apabullante publicidad de otros grupos. Aún así, Bang Goes The Knighthood es una joya de disco, disfrutable en cualquier estado emocional, con notas de piano que nos van rasgando ligeramente las venas (Down In The Street Below) hasta los encantadores y sarcásticos sonidos sesenteros (At The Indie Disco).

Parecería un cuento con melodías, pero oh¡¡ sorpresa¡¡¡, un juego maquiavélico, naranjoso mecánicoso, en cada una de sus notas… Cada una de las letras esta enmarcada en un tema actual, una sobreexposición cotidiana que nos demuestra al mencionar “Miras alrededor y algo no está bien. La tuya es la única cara que no reconoces”, hasta llegar a la lolita que para sobrevivir busca amantes en “Neapolitan Girl”, o el cuestionamiento capitalista que realiza en “The Complete Banker”. En fin… un disco que va de toques ácidos hasta momentos recreativos de felicidad en la gran extensión del concepto…

El sencillo de la probadita que nos dieron con su EP fue más lo esperado, y que dista mucho de todo lo que lleva el disco, un shot de sentimiento para soportar la levedad de nuestros movimientos, por lo tanto, “At The Indie Disco” es parte de la regla primordial…

The Twilight Saga: Eclipse



Alguna vez, en alguna carpeta escribí sobre el primer soundtrack de esta saga, el cual podía juntar a dos generaciones en una charla informal o social, ya sea por el gusto de la película misma y/o por el repertorio musical que venía de fondo y que muchos no se daban por enterado… pues ahora, y casualmente con el estreno de la película y mi sobra de tiempo, o mejor dicho, de ganas de escribir podemos hablar del segundo disco de la misma saga el cual lleva por título: The Twilight Saga: Eclipse.

Realmente, no soy fan de la misma, ni en pantalla grande ni en papel, lectura frágil y sin emociones, imágenes comerciales y demasiado proyectadas…pero hablar del soundtrack es sumamente diferente, manteniendo el valor del primero y dando continuidad a la calidad sónica.

The Twilight Saga: Eclipse no sólo cuenta con 15 tracks fabulosos, sino con 15 bandas o más que nos sorprenden en mancuernas que no se habían escuchado y que se llevan muy bien frente al micrófono como es el caso de Beck y Bat for Lashes (así es, la chiquita con la que jugaría un partido de squash). El repertorio es enorme y aunque haya algunos que considero no encajan en la lista (no por malos, sino porque los licántropos no son lo suyo) no está de más nombrar a algunos que realizaron un excelente trabajo para este disco como Vampire Weekend, Band of Horse, Fanfarlo, Metric, Sia, The Dead Wheater, The bravery, Muse, UNKLE, Florence & The Machine y mi grata sorpresa de Cee Lo Green, entre varios más.

Un disco que proyecta la imagen de muchos tantos o que crea la idea de que el reproductor esta en modalidad aleatoria, saltando de una banda a otra, lo cual resulta por demás interesante, ya que incita a un sin fin de imágenes internas, por lo tanto, recomiendo que lo escuchen antes de ver la película, ya que a la inversa provocaría imágenes cinematográficas con cada canción restándole la potencia visual que tiene cada una de ellas….

The Magic Numbers: The Runaway



Después de cuatro años, barbas y cabelleras más largas, charlas banqueteras con palabras ajenas y aún nostalgia por no asistir a su concierto… por fin, dejaron de cuidar sus bonitas casas y coquetos huertos para que The Magic Numbers nos presentan su tercer álbum llamado The Runaway.

Si bien mantienen la esencia que me encanta y los caracteriza, creo que éste disco no supera al anterior, pero aún así, me duele, hiere y disfruto la forma en que llenan de melancolía, recuerdos y olvidos cada espacio en el que los escucho.

Aún encuentro fascinante la forma en que este par de hermanos casados con este otro par de hermanos realicen este tipo de relevos vocales como lo demuestran en Hurt So Good, en la cual nos dan cuenta propia de que con algunas guitarras eléctricas y acústicas y mínimas percusiones se puede disfrutar del dolor o los fabulosos arreglos orquestales en The Pulse, el cual fue el primer sencillo con el que lo conocerán en la radio.

The Runaway es un disco doloroso en el que la festividad quedo de lado o de fondo, desde la portada, huella indiscutible de Robert Kirby (quinto elemento de la banda detrás de cabina) o huella de cada uno de los que solemos ir dejando rastro para comprobar el olvido al que nos sometemos constantemente o para el que seguimos andando…

Math and Physics Club - I Shouldn’t Look As Good As I Do



Del mismo sello que Cats on Fire, Bubblegum y Lemonade (Matinée Record) surge este excelso grupo de indie pop y twee: Math and Physics Club. Después de todo, ¿quién no desea un club para hablar de física cuántica mientras hace un par de canciones? Al menos, a mi me encantaría…

Con este su segundo disco titulado I Shouldn’t Look As Good As I Do, darán mucho de que hablar en este año, un disco que no dura más de 25 minutos, con 10 tracks sumamente emocionales (al menos desde mi perspectiva que va más allá del entendimiento de la letra misma) y que a la primera escucha se internan en cada parte de uno mismo reproduciéndose constantemente al andar.

Canciones como We Make A Pair, Everybody Loves A Showtune, I've Been That Boy y I'll Tell You Anything, que nos demuestran esa angustia silenciosa rítmica, con guitarras acústicas, panderetas y violines ocasionales, muy del ritmo característico de Stuart Murdoch (Belle & Sebastian)… después de todo un disco bellamente “amoroso”, aunque para mi es una carcoma nostálgica de desamor…

Parafraseando: “una vez más no te hará daño/así que vamos a hacerlo de nuevo”…